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jueves, 24 de marzo de 2011

REFLEXIÓN

-"Ya eres un médico!"-, nos dijeron nuestros padres al terminar la carrera universitaria,que tanto sueño nos robó y tantas ilusiones nos forjó.
-"Ya eres médico!"-, y un temor respetuoso inundó nuestras almas ante la inminente salida de esa casa maternal llamada Universidad, donde cada pregunta tenía una respuesta y cada respuesta nos hacía crecer.

Un horizonte de esperanzas y de ideales llenó las arcas de nuestra conciencia y en nuestra inocencia pedimos al tiempo el permiso para hacer realidad los sueños de poder curar; mismos sueños que en algunos casos , el propio tiempo mostró cual pesadillas, cuando a hurtadillas buscamos a Dios .

Era el tiempo de acudir a un hospital, donde las enfermedades no eran letras , ni los pacientes líneas en libros que en más líneas los tratamientos derrotaban…
algunos lloraban…
Iniciar el internado… miedo dominado…en una experiencia donde cada paciente arrojaba los más variados retos a quien deseaba ser médico.
Una rotación por los servicios de Urgencias, donde la sangre y los accidentes corrían al ritmo acelerado de los pulsos de los cardiópatas, aumentando a su vez nuestras pulsaciones.
Y más emociones…
Un servicio de Pediatría
(recuerdos de mi querido tío Pediatra Dr. Sergio Espejo Posadas),
donde los llantos de niños enfermos se confundían con lágrimas de madres que ansiosas, volteaban con la esperanza de ver en nuestra mirada la seguridad de alivio a sus retoños, mientras a su vez, buscábamos aliviar la preocupación que nos enfermaba.
El servicio de Medicina Interna, donde la ciencia analítica del médico internista nos asombraba haciéndonos pensar en un futuro donde también nuestro análisis pusiera fín al dolor de la enfermedad casi escondida.
Como olvidar el servicio de Ginecoobstetricia, donde los partos hacían la alusión a nuestro propio nacimiento como médicos y donde la dicha de recibir en nuestros brazos a aquellos nuevos seres nos daba la satisfacción de ser en parte responsables de esa alegría de las madres, bendiciendo el recuerdo de sentirnos hijos.
Que impacto fuerte el ver a pequeñas mujeres de 14 años convertirse en madres, desafiando al tiempo mismo. De niña a mujer ó mujer niña, bajo la mirada impaciente de sus padres convertidos en abuelos cuando apenas iniciaban a entender su gran misión…. (Quebrado corazón).

El servicio de Medicina Preventiva…
Cuanta ingratitud!, cuando en la vorágine de impaciencia de quien empieza a ser, se menosprecia la importancia vital de la medicina preventiva cuando como dijo C.A. Resgu:

"Mayor placer debe tener quien previene el dolor que quien lo alivia".


Así…un año pasó lento; muy lento en los desvelos de cada guardia y también en cada caso difícil, donde la muerte rondaba, acechando la cama del enfermo, venciendo a algunos , derrotada por otros. ! Qué rápido en conjunto ese año de internado en que maestros y compañeros cerramos un capítulo más en el libro de ese hospital que nos despedía, guardándose celosamente el recuerdo de nuestra entrega y nuestro estrés. (Iniciar la mies).

Continuó el Servicio Social,,,
Una pequeña ciudad ó algún poblado, a practicar lo estudiado.
Una oportunidad de retribuir el conocimiento adquirido.(Entusiasmo sentido).
Gente curiosa, acercándose al inicio más por conocer a quien llegaba que buscando alivio para un mal…
La primera confrontación visual… para saber, (como se hace en los pueblos), si la mirada del médico es transparente… para confiar.
Poco a poco el aprecio… al igual que al cura o al brujo del pueblo, entregándose en verdad. (Sinceridad).

Un acudir continuo de gente que con solo sus rostros pagan el precio de la atención; rostros corrugados por la acción del tiempo en un México donde el ejido, las rancherías y los pueblos, muestran las estragos de un tiempo frío como frías son las acciones para hacerlos prosperar.
Manos ásperas de tanto trabajar… confundidas en el saludo, con las manos bien cuidadas de un médico que poco sabe de campo pero que aprende mucho de él, cuando en esa piel, de manos de campesino, descubre las grietas como la tierra que forma grietas al no llover.

Y aquellas miradas…aquellas miradas donde leímos esa fé que ponen los enfermos en aquella persona de bata blanca, como si el color le diera ese poder de curación contra toda enfermedad, sin saber que nosotros pedíamos también a Dios la inspiración para el diagnóstico y el tratamiento, en medio del cruel tormento que da la duda, mientras se suda leyendo libros que más ahondan en el saber. Libros, donde tantos autores médicos imprimieron sus conceptos, escondiendo sus lamentos y también sus aflicciones.
Libros…cual canciones… que aligeraron el padecer, en el camino arduo de la práctica médica en aquellos sitios donde la modernidad de los estudios de gabinete y laboratorio, así como las sofisticadas pruebas de resonancia y tomografía eran tan desconocidas e inaccesibles como las joyas de los ricos.

Y hoy, como médicos, y siempre en ciernes, esperemos mostrar la huella de sensibilidad que nos dejó el internado, el servicio social y la práctica al día que hemos llevado…
La práctica humana de la Medicina real…hasta el final.
A ellos, la siguiente reflexión como poema.


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